Diario de duelo by Mary Shelley

Diario de duelo by Mary Shelley

autor:Mary Shelley [Shelley, Mary]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2021-04-01T00:00:00+00:00


Miércoles.

En las montañas de los alrededores descubrimos dos castillos con foso, uno de los cuales cuelga al borde de un bosque de pinos. Abandonamos San Martín a las siete, montados en nuestras mulas. Durante varios kilómetros atravesamos una llanura que parece interminable, después ascendemos por una ladera para ver la cascada del Chede. El salto de agua es altísimo y se esparce sobre varias formas rocosas de fantasía, de manera que la masa de agua se divide y se une por cientos de lugares distintos, como una imposible telaraña líquida donde todos los hilos estuviesen en movimiento.

Pese a mi compañía, Shelley ha escrito: «Todos mis pensamientos surgen y se hunden en soledad». Así que me alegro de verle, después de tantos padecimientos, rodeado de un escenario (Mellerie, el Chateau de Chillion, Clarens, las montañas de La Valais y Saboya) que parece modelado por un genio sublime dotado de la sensibilidad más maravillosa y una imaginación agitadísima. Hemos avanzado por el camino de Clarens con el viento en contra, acompañados de un oleaje imponente. Al llegar a Clarens, he sentido con más fuerza que nunca cómo el espíritu de los viejos tiempos puede abandonar un paisaje, llevándose con él la belleza. Miles de veces Julie y St. Preux[15] caminaron por estos senderos, plagados de terraplenes, contemplando la fuerza de las montañas que ahora yo también contemplo sin que la emoción me haga temblar cuando piso la tierra. Desde la ventana de nuestro alojamiento se contempla el «bosque de Julie», al menos así me lo ha asegurado nuestra casera. Por lo menos, los habitantes del pueblo mantienen viva la ilusión.

Hemos recorrido los caminos cercanos al hotel: la mayoría de ellos terminan en una subida muy pronunciada entre bosques de castaños y almendros que conducen a una especie de terraza natural dominada por las flores. Allí hemos recogido rosas. Después volvemos al bosque de Julie y descubrimos el sitio exacto donde ella se acostó; el tiempo no había logrado borrar todas las marcas, al menos para la fantasía de los lugareños. Recorrimos un viejo viñedo y deducimos que aquel viejo montón de piedras señalaba el emplazamiento de una pequeña capilla destruida por el tiempo. Nos pusimos a hablar de literatura y denostamos a una cantidad maravillosa de falsos escritores.

Llegamos a Vevey, y desde allí nos fuimos a Ouchy, un pueblo que queda muy cerca de Lausanne. Lo impresionante de esta zona es que, pese a la cantidad de pueblos y de habitantes que tiene, está dominada por una belleza tranquila, muy peculiar, que se aviene bien con la soledad que tanto nos gusta a Shelley y a mí. Las colinas son muy altas y rocosas, coronadas por unos bosques que también encuentran la manera de abrirse paso entre la dureza del terreno. Las cascadas de agua resuenan a lo lejos, al impactar contra los acantilados, y es precioso verlas brillar a lo lejos cuando les da la luz del sol. En un paso del camino vimos la huella que habían dejado dos inmensas



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